
Ni la Pascua ortodoxa ha conseguido abrir un respiro en la guerra de Ucrania. La tregua de 30 horas declarada por Vladímir Putin ha terminado como empezó: sin garantías, sin avances y sin respuesta a la propuesta de Volodímir Zelenski de prolongarla durante un mes. Moscú ha guardado silencio mientras los partes de guerra volvían a ocupar el lugar de los gestos diplomáticos. El intento ha durado lo justo para recordar que cada movimiento se parece demasiado al anterior: treguas que no se sostienen, amenazas que se repiten, reuniones que no conducen a ninguna parte. Donald Trump ha añadido presión desde Washington con otro ultimátum público. A 100 días de su regreso a la Casa Blanca, exige resultados inmediatos o retirará a Estados Unidos del proceso. Y la guerra, una vez más, vuelve al punto de partida.
Putin declaró el alto el fuego el sábado a las 14:00 horas, con motivo de la Pascua ortodoxa, y pidió a Ucrania que se sumara “por motivos humanitarios”. Zelenski aceptó el gesto, pero sin entusiasmo. “En la práctica, o Putin no controla a su Ejército o la situación demuestra que en Rusia no tienen intención de efectuar un avance genuino para poner fin a la guerra”, escribió ese mismo día en su cuenta de X.
Durante las primeras horas, el silencio fue parcial. Aunque no se registraron bombardeos sobre población civil, las fuerzas ucranianas denunciaron movimientos tácticos del ejército ruso en el este del país. A lo largo del domingo, esa actividad fue en aumento. Según el ejército ucraniano, hasta las ocho de la tarde se registraron 2.935 violaciones de la tregua: 67 ataques directos, 1.355 bombardeos —713 de ellos con armamento pesado— y 673 drones lanzados contra posiciones ucranianas. Moscú, por su parte, acusó a Kiev de atacar posiciones rusas en el Donbás y de utilizar sistemas HIMARS suministrados por Estados Unidos.
Putin no respondió. Tampoco lo hizo ningún alto cargo del Kremlin. Solo el portavoz presidencial, Dmitri Peskov, dijo a última hora que el presidente no había ordenado prolongar el alto el fuego. Zelenski cerró el día con un mensaje amargo: “Un día entero no ha sido suficiente para que Rusia responda a la propuesta ucraniana de alto el fuego”. A medianoche, la tregua expiró. No hubo comunicado conjunto, ni declaración final. Solo otro intento fallido, otro gesto unilateral sin eco, y una nueva jornada de guerra en marcha.
Donald Trump aprieta: exige un acuerdo inmediato
Nada más expirar la tregua, Donald Trump lanzó un mensaje desde su red Truth Social: “Espero que Rusia y Ucrania lleguen a un acuerdo esta semana. ¡Entonces ambos empezarán a hacer grandes negocios con los Estados Unidos de América, que están prosperando, y harán una fortuna!”. La frase no solo marcó el final simbólico del intento de alto el fuego, sino que confirmó el tono que el presidente estadounidense ha impuesto a las negociaciones: presión directa, plazos cortos y una estrategia que prioriza el beneficio económico frente a la diplomacia tradicional.
Desde su regreso al Despacho Oval, Trump ha reiterado que pondrá fin a la guerra en Ucrania. Su enfoque pasa por forzar un acuerdo que, a medio plazo, permita reorientar la ayuda internacional hacia la reconstrucción… y hacia oportunidades de inversión. El viernes, ya había advertido que si no se producían avances en los siguientes días, su Gobierno se retiraría como mediador. Marco Rubio, su secretario de Estado, lo reforzó desde París: “Washington dará un paso a un lado si no hay progresos”, declaró en presencia de diplomáticos europeos.
Ese mensaje ha encendido las alarmas en Kiev. Aunque públicamente se mantiene el tono diplomático, en privado el Gobierno ucraniano teme que Washington esté más cerca de exigir concesiones que de garantizar apoyos. “Ni Trump ha conseguido nada con lo que pueda decir a sus ciudadanos que ha cumplido sus promesas”, denunció Kira Rudik, líder del partido Golos, en declaraciones recogidas por El País. Otros dirigentes ucranianos alertan del riesgo de que Estados Unidos esté dispuesto a premiar a Rusia con una relajación de sanciones a cambio de un acuerdo superficial.
En las conversaciones mantenidas en París, y según filtraciones recogidas por Bloomberg, Rubio planteó incluso la posibilidad de levantar las sanciones sobre el Rosselkhozbank —el banco agrícola estatal ruso— si eso facilita un acuerdo de mínimos. También se discutió el control de los territorios ocupados por Rusia en el este de Ucrania. Mientras Kiev insiste en no reconocer formalmente esas pérdidas, en Washington se empieza a hablar de fórmulas “intermedias” para cerrar un pacto cuanto antes.
Para Trump, el tiempo corre. Se acerca a los 100 días de mandato y necesita mostrar resultados. Ucrania le ofrece una oportunidad política clara: resolver una guerra visible, con fuerte carga simbólica, y hacerlo sin más despliegue militar. Pero, de momento, ni hay tregua, ni hay acuerdo, ni hay señales de que Moscú vaya a ceder. Solo hay presión. Y un reloj en marcha.
Dos meses de negociaciones sin avances
La tregua de Pascua no ha sido un episodio aislado. Desde hace dos meses, Estados Unidos ha impulsado sin éxito varios intentos para lograr un alto el fuego en Ucrania. El primero fue el 11 de marzo en Yeda, con una propuesta de cese de hostilidades durante 30 días. Ucrania aceptó. Rusia no. A partir de ahí, se plantearon acuerdos parciales: protección de infraestructuras energéticas, seguridad en el mar Negro, intercambio de listas de objetivos protegidos. Ninguno se ha respetado del todo.
Según el Ministerio de Exteriores ucraniano, Rusia ha incumplido el acuerdo energético al menos 30 veces desde su entrada en vigor el 25 de marzo. Las ciudades de Jersón, Poltava y Mikolaiv han sido atacadas con drones. Moscú, por su parte, acusa a Kiev de haber bombardeado el gasoducto de Sudzha, en la región rusa de Kursk. Tal y como publicó El País, no existe un mecanismo independiente de verificación, y las listas de objetivos entregadas a Washington por ambas partes no coinciden. El Kremlin también ha introducido nuevas condiciones, como el levantamiento de sanciones al Rosselkhozbank.
Esta semana volverán a reunirse en Londres las delegaciones de Ucrania, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Alemania. Zelenski ha reiterado que está dispuesto a pactar “un alto el fuego total, incondicional y honesto”. Pero la sensación general es que nada ha cambiado. “Putin no quiere la paz, quiere ganar tiempo y juega a estos juegos”, declaró el diputado Oleksii Goncharenko, de Solidaridad Europea. La tregua pascual, como las anteriores, no se rompió: simplemente se deshizo.