Katy Perry ha ido al espacio. “What a wonderful world”, como ella misma cantó para celebrar el acontecimiento. Mejor eso que destrozar sus propios temas: no suele ser agradable verla defender en directo Roar o Firework. Y habría sido un poco penoso que, aprovechando su momento astronáutico, la diva intentase promocionar alguna de sus últimas canciones. Quizá contaminados por la extraña percepción de la cantante, sus últimos trabajos no han tenido ni de lejos la misma repercusión que los que vinieron tras I kissed a girl. Simplemente, Katy Perry ya no interesa tanto. Y no pasa nada.

Es entrañable la insolencia con la que algunas estrellas del pop casi exigen seguir siéndolo eternamente. El derecho al estrellato no existe. Si existiese, igual Katy Perry habría tenido que esperar su turno para subir en el cohete de Jeff Bezos, pues en la lista primero estarían Martika, Sinitta, Limahl y las Wilson Phillips.

Y, desde luego, Lauren Sánchez, la prometida del magnate de Amazon. Ella era una de las seis tripulantes del vuelo “solo para mujeres” de Blue Origin, la empresa aeroespacial de Bezos. Las herederas de la rusa Valentina Tereshkova, que hace más de seis décadas pilotó en solitario una cápsula espacial rusa.

Mejor sola que mal acompañada. Ir al espacio ya es suficientemente estresante como para encima tener que aguantar a Katy Perry cantando a tu lado. Algunos medios se preguntan por qué ha participado la cantante en la femi-misión espacial de Blue Origin. “¿Por qué no?”, es una buena respuesta. Yo habría mandado a La Prohibida. Así la estrella drag española podría haber cantado su ‘Terechkova’ en una nave espacial, como corresponde. ¿Por qué no?